Hace tiempo que no escribo. Razón: viajes, estudios, circunstancias personales... y lo más importante: poca inspiración. Sinceramente, no encontraba nada interesante sobre qué escribir. En el mundo que nos rodea están ocurriendo muchísimas cosas sobre las que escribir pero ninguna me motivaba. Poca inspiración, poca motivación... uuuffffffff... Supongo que es así cómo un escritor se debe de sentir cuando no sabe cómo continuar su obra; aunque, por suerte para mi, esto es un hobby y no mi forma de vida. Llevaba un tiempo dando vueltas a cómo volver al blog y al final me he decidido por una entrada que se quedó colgada meses atrás.
Hace meses pasé unos días en Lisboa. Una ciudad espectacular, en la que parece que el tiempo no pasa; en la que el tranvía sigue recorriendo sus calles y en la que llevar tacones es un acto de suicidio en vez de elegancia. Yo, que me quejaba de las calles de Madrid a la hora de andar con tacones, topé con una ciudad en la que el empedrado de las calles convierte una torcedura de tobillo o un resbalón en un acto cotidiano y casi sin importancia. Verdaderamente hay aceras preciosas, con unos dibujos magníficos... unas calles empinadas que parecen no tener fin... Y quizá aquí es donde radica la belleza de esta ciudad. No debemos olvidar que Lisboa es una ciudad construida entre 7 colinas y que en ella se encuentran calles por las que no pueden circular los coches.
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Acera lisboeta |
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Tranvía en el Barrio de Alfama |
Pero no es de Lisboa de lo que os quiero hablar, si no de unos kilómetros más allá, cerca de Belém. Os quiero hablar del Palacio de Ajuda.
Cuenta la leyenda que en el S. XVI, un pastor encontró una imagen de la Virgen en una gruta situada en lo alto de una zona conocida como Ajuda. Muy pronto empezaron a acudir al lugar devotos en busca de "ayuda"(traducción de la palabra portuguesa "Ajuda") solicitada a la imagen. Más tarde se construyó una capilla dedicada a Nossa Senhora de Ajuda, en torno a la cual creció la parroquia.
Ya en el S.XVIII el rey Joao V de Portugal compra unos terrenos entre Belém y el Alto de Ajuda para construirse una residencia veraniega y es aquí donde comienza la historia del Palacio de Ajuda. Si bien el rey Joao V compró el terreno, fue D. José I quien construyó el palacio. Desgraciadamente el Palacio da Ribeira desapareció en el terremoto de 1755 y el rey decidió establecer la residencia real justamente en esta zona que no sufría ningún peligro de sufrir un sismo. Sin embargo, la "Real Barraca" de madera, hecha para soportar los movimientos de tierra, ardió por completo en 1794.
El nuevo palacio comenzó a construirse en el mismo lugar.Pasó por una invasión francesa, una guerra civil, cambios de residencia de la familia Real en Brasil y Portugal... hasta que finalmente Luis I se instala en 1862 en él y, tras casarse con María Pía de Saboya, lo convierte en residencia real permanente. La propia reina dedicó su vida a mejorar ese poco acogedor palacio en una residencia confortable y moderna: Jardín de Invierno, Sala de Porcelanas de Sajonia, Sala China, cuartos de baño con agua corriente caliente y fría...
Finalmente, tras instaurarse la República, el Palacio se cerró en 1910. No fue hasta 1968 cuando se abrió el Museo y con ello se ha pretendido mostrar al gran público el ambiente de una residencia real del S. XIX y mostrar unas magníficas colecciones de artes decorativas del S. XV- S. XX. Y, sinceramente, lo han conseguido.
Lo que más me llamó la atención del Palacio es lo bien conservado que está todo. Es increíble pasear por las estancias y ver la habitación de la Reina con su cama y su alfombra de piel de oso; el Gran Comedor con sus 128 sillas, vajilla y cubertería; la colección de porcelanas y esculturas, fotografías de la época...
Y para que podáis comprobarlo, aquí os dejo unas fotos de algunas salas. El Palacio de Ajuda es una joya que no debéis perderos si alguna vez pasáis por Lisboa. Quizá no sea tan conocido como los Jerónimos o los pasteles de Belém pero estoy convencida que no os defraudará.
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Habitación de la Reina |
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Habitación del Rey |
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Sala del Cuerpo Diplomático |
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Gran Comedor |
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Sala de Música |
Un secreto: entrad por la entrada principal pero cuando os vayáis, salid hacia el otro lado. Os sorprenderá ver que, por un lado, el Palacio se encuentra en perfecto estado y, por el otro, parece un edificio a medio construir ;)